MANUAL DE EMERGENCIAS 2025
La sarna, también conocida como escabiosis, es una enfermedad cutánea parasitaria causada por el ácaro Sarcoptes scabiei variedad hominis. Esta afección tiene una distribución mundial y representa un importante problema de salud pública, con una prevalencia global estimada de 300 millones de casos[5].
Síntomas
El síntoma principal de la sarna es un prurito intenso, que prácticamente empeora durante la noche[1][3]. Este prurito se debe a una reacción alérgica a las proteínas y heces del ácaro[5]. Los pacientes suelen experimentar:
Picazón intenso, especialmente nocturno.
Sensación de ardor o irritación en la piel.
Dificultad para dormir debido al malestar
Es importante destacar que los síntomas pueden tardar entre 4 y 6 semanas en aparecer después de la infestación inicial[5].
Signos clínicos
Los signos clínicos característicos de la sarna incluyen:
Erupciones cutáneas: pequeñas protuberancias rojas o pápulas[1][3]
Surcos lineales en la piel, especialmente entre los dedos, en las muñecas, codos, axilas y genitales[1][3]
Vesículas y pústulas en las zonas afectadas[1]
Excoriaciones y costras debido al rascado intenso[1]
En bebés y niños pequeños, la erupción puede ser más generalizada, afectando palmas, plantas y cuero cabelludo[1]
En casos de sarna noruega o costrosa, se observan lesiones hiperqueratósicas generalizadas[2].
Exploración
Durante la exploración física, el médico debe buscar:
Surcos lineales característicos, especialmente en zonas de pliegues cutáneos[1]
Lesiones papulares eritematosas en áreas típicas como espacios interdigitales, muñecas, codos, axilas, cintura y genitales[4]
Signos de rascado y posibles infecciones secundarias[1]
En lactantes y niños pequeños, examine palmas, plantas y cuero cabelludo[1]
Es crucial realizar una exploración minuciosa, ya que los hallazgos pueden ser sutiles, especialmente en ancianos e inmunodeprimidos[1].
Pruebas diagnósticas
El diagnóstico de la sarna se basa principalmente en la presentación clínica, pero puede confirmarse mediante:
Raspado de piel: Se realiza un raspado superficial de los surcos o lesiones sospechosas para observar ácaros, huevos o heces bajo el microscopio[1][4].
Dermatoscopia: Permite visualizar los ácaros y sus túneles in vivo, facilitando el diagnóstico no invasivo[4][7].
Biopsia cutánea: En casos atípicos o de difícil diagnóstico, puede ser necesaria para confirmar la presencia del ácaro[6].
Prueba de tinta: Se aplica tinta sobre las lesiones sospechosas, lo que puede resaltar los túneles del ácaro[8].
Manejo de emergencias
Aunque la sarna no suele ser una emergencia médica, su manejo en servicios de urgencias puede ser necesario en casos de brotes o complicaciones. El enfoque incluye:
Diagnóstico rápido basado en la presentación clínica y, si es posible, confirmación mediante raspado de piel[1].
Inicio del tratamiento inmediato:
Primera línea: Permetrina tópica al 5%[1][3]
Alternativa: Ivermectina oral, especialmente en casos graves o brotes institucionales[1][3]
Educación del paciente sobre la aplicación correcta del tratamiento y medidas de prevención[3].
Identificación y tratamiento de contactos cercanos para prevenir la propagación[3][5].
Manejo de complicaciones, como infecciones bacterianas secundarias, si están presentes[1].
En casos de sarna noruega, puede ser necesario un tratamiento más agresivo y medidas de aislamiento[2][5].
El manejo adecuado y oportuno de la sarna es crucial para controlar la infestación y prevenir su propagación en la comunidad. La educación del paciente y el seguimiento son fundamentales para asegurar la eficacia del tratamiento y evitar recurrencias.
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