MANUAL DE EMERGENCIAS 2025
La intoxicación aguda por alcohol etílico, también conocida como intoxicación etílica aguda, es una condición clínica frecuente y potencialmente grave que resulta de la ingesta excesiva de bebidas alcohólicas en un corto período de tiempo[1][4]. Este trastorno afecta múltiples sistemas del organismo y puede tener consecuencias significativas para la salud del individuo.
Síntomas
Los síntomas de la intoxicación aguda por alcohol varían según la concentración de alcohol en sangre (CAS) y la tolerancia individual. Los principales síntomas incluyen:
Euforia y desinhibición inicial
Alteraciones del estado de ánimo (labilidad emocional, irritabilidad)
Deterioro del juicio y la capacidad de toma de decisiones
Alteraciones en el habla (disartria, lenguaje farfullante)
Problemas de coordinación y marcha inestable
Náuseas y vómitos
Alteraciones de la memoria (amnesia parcial o total del episodio)[1][6]
En casos más graves, pueden presentarse:
Depresión del sistema nervioso central
Alteración del estado de conciencia (desde confusión hasta estupor o coma)
Depresión respiratoria[4][7]
Signos clínicos
La exploración física revela diversos signos clínicos que varían según la gravedad de la intoxicación:
Aliento alcohólico
Rubor facial
Nistagmo
Alteraciones en la marcha y coordinación
Hipotermia
Taquicardia
Hipotensión
Midriasis o miosis[1][6][7]
En casos severos, pueden observarse:
Respiración irregular o deprimida
Hipotermia severa
Alteraciones del ritmo cardíaco[4][7]
Exploración
La evaluación del paciente con sospecha de intoxicación etílica aguda debe incluir:
Anamnesis detallada (si es posible): cantidad y tipo de alcohol ingerido, tiempo transcurrido desde la ingesta, consumo de otras sustancias.
Exploración física completa:
Signos vitales (presión arterial, frecuencia cardíaca, temperatura, frecuencia respiratoria)
Evaluación neurológica (nivel de conciencia, coordinación, reflejos)
Exploración cardiopulmonar
Evaluación abdominal
Búsqueda de signos de traumatismo[3][8]
Evaluación del nivel de conciencia mediante la escala de Glasgow.
Pruebas diagnósticas
Las pruebas complementarias recomendadas incluyen:
Determinación de alcoholemia (CAS)
Glucemia capilar
Hemograma y bioquímica sanguínea
Gasometría venosa (para evaluar el equilibrio ácido-base)
Electrocardiograma (ECG)
En casos seleccionados, pueden ser necesarias:
Radiografía de tórax (para descartar broncoaspiración)
TAC craneal (si hay sospecha de traumatismo craneoencefálico o focalidad neurológica)[3][8]
Manejo en Emergencias
El tratamiento de la intoxicación etílica aguda en el servicio de urgencias se basa en los siguientes principios:
Estabilización inicial:
Asegurar la vía aérea, respiración y circulación
Colocar al paciente en posición de seguridad (decúbito lateral izquierdo)
Monitorización de signos vitales
Tratamiento de soporte:
Hidratación intravenosa con soluciones glucosadas
Corrección de alteraciones hidroelectrolíticas
Administración de tiamina (100-250 mg) para prevenir la encefalopatía de Wernicke
Manejo de complicaciones:
Tratamiento de la hipoglucemia si está presente
Control de la agitación psicomotriz (si es necesario, con benzodiacepinas)
Prevención y tratamiento de la hipotermia
Consideraciones específicas:
En casos graves, considerar el uso de hemodiálisis
Administración de metadoxina (900 mg IV) para acelerar la eliminación del etanol en casos seleccionados[1][4][8]
Observación y seguimiento:
Monitorización continua hasta la resolución de los síntomas
Evaluación de la necesidad de intervención psicosocial y derivación a servicios especializados en adicciones[3][8]
El manejo adecuado y oportuno de la intoxicación etílica aguda es crucial para prevenir complicaciones potencialmente graves y mejorar el pronóstico del paciente.
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