Manejo del Hepatitis C
El manejo de la hepatitis C depende de la fase de la infección, ya sea aguda o crónica, e involucra la prevención de complicaciones, tratamiento antiviral y el seguimiento a largo plazo. Las principales estrategias incluyen:
Tratamiento antiviral:
El tratamiento estándar para la hepatitis C involucra los antivirales de acción directa (DAAs), que son altamente eficaces y tienen tasas de curación superiores al 90%.
Los DAAs se administran generalmente como una tableta diaria durante 8 a 12 semanas, dependiendo del genotipo del virus, la carga viral, y la presencia de cirrosis u otras comorbilidades.
El objetivo del tratamiento es lograr una respuesta virológica sostenida (SVR), lo que indica que no hay ARN del virus detectable en la sangre 12 semanas después de finalizar el tratamiento, lo cual es considerado como una cura.
Monitoreo y seguimiento:
Las personas en tratamiento deben ser monitoreadas regularmente para verificar su respuesta al tratamiento, incluyendo la realización de pruebas de ARN del VHC y otras pruebas de función hepática.
Consulta con especialista: Los pacientes con hepatitis C deben estar bajo el cuidado de un hepatólogo o gastroenterólogo especializado en el manejo de esta infección.
Se debe realizar un monitoreo regular de los efectos adversos del tratamiento antiviral, como hipoglucemia en personas con diabetes, fluctuaciones del INR en personas con anticoagulantes, y otros efectos secundarios menores.
Consejos de estilo de vida:
Se recomienda que los pacientes eviten el consumo de alcohol, ya que este puede acelerar la progresión de la enfermedad hepática.
También se aconseja dejar de fumar y mantener un peso saludable para prevenir el daño hepático adicional.
Prevención de la transmisión:
Es esencial educar a los pacientes sobre cómo evitar la transmisión del virus a otras personas. Esto incluye no compartir objetos que puedan estar contaminados con sangre, como cepillos de dientes, rasuradoras y jeringas.
Las personas deben ser advertidas de no donar sangre, semen u órganos mientras tengan la infección activa.
Se debe informar a los contactos sexuales y a los compañeros de consumo de drogas para que se realicen pruebas de detección.
Immunización:
Se debe ofrecer la vacunación contra la hepatitis A y B a las personas con hepatitis C para prevenir infecciones adicionales que puedan complicar su condición.
Diagnóstico
El diagnóstico de la hepatitis C se realiza principalmente mediante pruebas serológicas y la detección del ARN del virus para confirmar una infección activa.
Prueba de anticuerpos contra el VHC:
Es la primera prueba que se realiza para detectar si una persona ha sido infectada alguna vez con el virus. Un resultado positivo indica exposición previa al virus, pero no distingue entre una infección activa o resuelta.
Prueba de ARN del VHC:
Si la prueba de anticuerpos es positiva, se realiza la prueba de ARN del virus para confirmar la presencia de una infección activa. Esta prueba también puede determinar la carga viral y el genotipo del virus, lo que es útil para guiar el tratamiento.
Pruebas adicionales:
En personas con infección confirmada, se realizan pruebas adicionales para evaluar el daño hepático, como las pruebas de función hepática (ALT, AST), ecografías hepáticas, y en algunos casos, biopsia hepática para determinar el grado de fibrosis o cirrosis.
Poblaciones a evaluar:
Las personas con mayor riesgo de infección incluyen aquellas que han compartido agujas o consumido drogas intravenosas, quienes recibieron transfusiones de sangre antes de 1991, aquellas nacidas en países con alta prevalencia de hepatitis C, y personas con prácticas sexuales de alto riesgo.
Las personas con pruebas de función hepática anormales, incluso sin factores de riesgo conocidos, también deben ser evaluadas para la infección por hepatitis C.
Diagnóstico Diferencial
El diagnóstico diferencial de la hepatitis C incluye otras enfermedades hepáticas que pueden presentar síntomas similares, como:
Otras hepatitis virales:
Hepatitis A, B, D y E, que también causan inflamación hepática y tienen síntomas clínicos similares.
Hepatopatía alcohólica:
Se debe sospechar en personas con historial de consumo excesivo de alcohol.
Enfermedades autoinmunes del hígado:
La hepatitis autoinmune puede presentar signos y síntomas similares a la hepatitis C, especialmente en casos crónicos.
Hepatopatía no alcohólica (hígado graso no alcohólico):
Es una causa común de enfermedad hepática en personas sin historial de consumo de alcohol.
Hepatitis inducida por medicamentos:
Puede ocurrir en personas que toman ciertos medicamentos hepatotóxicos o que han tenido una sobredosis de paracetamol.
Coinfección con VIH:
Es frecuente en personas que consumen drogas intravenosas, y puede complicar el manejo de la hepatitis C.
Definición
La hepatitis C es una enfermedad viral progresiva del hígado causada por el virus de la hepatitis C (VHC), un virus ARN perteneciente a la familia Flaviviridae. Se transmite principalmente por contacto con sangre infectada, a través de prácticas como el uso compartido de jeringas entre personas que inyectan drogas, transfusiones de sangre no controladas, y prácticas médicas con equipos no esterilizados.
La infección por hepatitis C puede ser aguda o crónica. Mientras que la mayoría de los casos agudos son asintomáticos y se resuelven espontáneamente, entre el 55% y el 85% de las personas desarrollan una infección crónica, que puede progresar a cirrosis, insuficiencia hepática y carcinoma hepatocelular si no se trata.
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