MANUAL DE EMERGENCIAS 2025
La poliomielitis, conocida como polio, es una enfermedad infecciosa causada por el poliovirus, un enterovirus que afecta principalmente al sistema nervioso central. A pesar de los esfuerzos globales de erradicación, la polio sigue siendo una preocupación en algunas regiones del mundo, lo que hace crucial su comprensión clínica y manejo adecuado.
Síntomas
Los síntomas de la poliomielitis pueden variar significativamente en gravedad, desde infecciones asintomáticas hasta parálisis severa. Se pueden clasificar en tres formas principales:
Poliomielitis abortiva: Aproximadamente el 5% de los infectados desarrollan síntomas leves similares a la gripe, que incluyen:
Fiebre
Dolor de cabeza
Dolor de garganta
Fatiga
Náuseas y vómitos[1][3]
Poliomielitis no paralítica: Afecta alrededor del 1% de los infectados, presentando síntomas más intensos como:
Rigidez en el cuello y la espalda
Dolor en las extremidades
Meningitis aséptica[1][3]
Poliomielitis paralítica: La forma más grave, que ocurre en menos del 1% de los casos, caracterizada por:
Debilidad muscular progresiva
Parálisis flácida, generalmente asimétrica
Dificultad respiratoria en casos severos[1][2]
Signos clínicos
Los signos clínicos de la poliomielitis varían según la forma de presentación:
Fiebre, que puede ser elevada
Linfadenopatía cervical
Faringitis
Rigidez de nuca y espalda
Parálisis flácida asimétrica, más comparada en extremidades inferiores
Disminución o ausencia de reflejos tendinosos profundos en áreas afectadas
Dificultad para tragar o respirar en casos de afectación bulbar[2][4]
Exploración
La exploración física debe centrarse en:
Evaluación neurológica completa:
Fuerza muscular
Reflejos tendinosos profundos
Tono muscular
Sensibilidad
Examen de la función respiratoria:
Frecuencia respiratoria
Uso de accesorios para músculos
Capacidad vital
Evaluación de la función bulbar:
Capacidad de deglución
Fundación
Control de secreciones[2][4]
Pruebas diagnósticas
El diagnóstico de la poliomielitis se basa en la combinación de resultados clínicos y pruebas de laboratorio:
Aislamiento del virus:
Cultivo de muestras de heces
Hisopado faríngeo
Detección de ácido nucleico viral:
PCR en tiempo real de muestras de heces o líquido cefalorraquídeo
Serología:
Detección de anticuerpos IgM e IgG específicos contra poliovirus
Punción lumbar:
Análisis del líquido cefalorraquídeo para detectar pleocitosis y proteínas elevadas
Estudios neurofisiológicos:
Electromiografía para evaluar la función muscular y nerviosa[2][4][5]
Manejo de emergencias
El manejo de la poliomielitis en emergencias se centra en el tratamiento de soporte y la prevención de complicaciones:
Evaluación inicial:
ABC (vía aérea, respiración, circulación)
Monitorizacion de la funcion respiratoria
Tratamiento sintomático:
Analgésicos y antipiréticos para el control del dolor y la fiebre.
Hidratación adecuada
Soporte respiratorio:
Oxigenoterapia según necesidad
Ventilación mecánica en casos de insuficiencia respiratoria
Prevención de complicaciones:
Fisioterapia temprana para prevenir contracturas
Profilaxis de trombosis venosa profunda
Aislamiento del paciente:
Precauciones de contacto y gotas para prevenir la transmisión
Notificación a las autoridades de salud pública:
Reporte obligatorio de casos sospechosos o confirmados[2][4]
Es importante destacar que no existe un tratamiento antiviral específico para la poliomielitis, y el manejo se basa principalmente en medidas de soporte. La prevención mediante la vacunación sigue siendo la estrategia más efectiva para controlar esta enfermedad[2][5]
Citas
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