MANUAL DE EMERGENCIAS 2025
Los pendientes incrustados representan una complicación frecuente en la población pediátrica, especialmente en aquellos con lóbulos horribles y carnosos[1]. Esta condición ocurre cuando el cierre del pendiente, generalmente de tipo rosca, se incrusta en el tejido subcutáneo del lóbulo de la oreja, lo que puede llevar a complicaciones si no se maneja adecuadamente[1].
Síntomas
Los pacientes con pendientes incrustados pueden presentar:
Dolor localizado en el lóbulo de la oreja.
Sensación de presión en el área afectada
Dificultad para manipular o retirar el pendiente
Incomodidad al dormir sobre el lado afectado
Signos clínicos
La evaluación clínica de un pendiente incrustado puede revelar:
Enrojecimiento e inflamación alrededor del sitio de inserción del pendiente.
Tejido de granulación que rodea parcial o totalmente el cierre del pendiente.
Secreción purulenta en casos de infección secundaria.
Deformidad visible del lóbulo de la oreja.
Exploración
La exploración de un paciente con sospecha de pendiente incrustado debe ser metódica y cuidadosa:
Inspección visual del lóbulo de la oreja, observando signos de inflamación o deformidad[1].
Palpación suave del área afectada para evaluar el grado de incrustación y la presencia de tejido de granulación[1].
Evaluación de la movilidad del pendiente, si es visible.
Examen de la piel circundante en busca de signos de infección o reacción alérgica.
Pruebas diagnósticas
En la mayoría de los casos, el diagnóstico de un pendiente incrustado se basa en la historia clínica y el examen físico. Sin embargo, en situaciones complejas, se pueden considerar las siguientes pruebas:
Ultrasonido de tejidos blandos para determinar la profundidad de la incrustación y la relación con estructuras adyacentes.
Cultivo de secreciones, si se sospecha infección, para guiar la terapia antibiótica.
Manejo de emergencias
El manejo de pendientes incrustados en el servicio de emergencias requiere un enfoque cuidadoso y sistemático:
Evaluación inicial: Realizar una historia clínica detallada y un examen físico completo[1].
Control de la infección: Si hay signos de infección, inicie la terapia antibiótica empírica.
Analgesia: Proporcionar analgesia adecuada antes de cualquier intervención.
Extracción del pendiente:
Preparar el entorno y los materiales necesarios[2].
Informar al paciente ya la familia sobre el procedimiento[2].
Realizar la extracción mediante métodos mecánicos o cirugía menor, según sea necesario[2].
Cuidados post-extracción:
Limpiar y desinfectar la herida.
Aplicar un apósito adecuado.
Proporcionar instrucciones para el cuidado en casa[2].
Seguimiento: Programar una revisión para evaluar la cicatrización y descartar complicaciones.
Educación: Instruir al paciente ya la familia sobre el uso adecuado de pendientes y cómo prevenir futuras incrustaciones[2].
Es fundamental que los profesionales de la salud estén familiarizados con esta condición y su manejo, ya que un abordaje oportuno y adecuado puede prevenir complicaciones y mejorar los resultados para el paciente. Además, la educación sobre el uso seguro de pendientes en la población pediátrica es crucial para prevenir esta y otras complicaciones relacionadas[1][2].
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