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Parálisis del nervio facial

Actualizado: 13 dic 2024

MANUAL DE EMERGENCIAS 2025



La parálisis del nervio facial es una condición neurológica que afecta al VII par craneal, resultando en la pérdida temporal o permanente de la función motora de los músculos faciales. Este trastorno puede tener diversas etiologías, siendo la más común la parálisis de Bell o parálisis facial idiopática[1][2].


Síntomas


Los síntomas de la parálisis del nervio facial suelen aparecer de forma súbita y pueden incluir:


  • Debilidad o parálisis unilateral de los músculos faciales.

  • Dificultad para realizar expresiones faciales como sonreír o cerrar el ojo.

  • Dolor detrás de la oreja que puede preceder a la paresia facial.

  • Entumecimiento o sensación de pesadez en el rostro.

  • Alteraciones en el lagrimeo.

  • Cambios en el sentido del gusto.

  • Sialorrea o babeo involuntario[1][2][3]


En algunos casos, los pacientes pueden experimentar hiperacusia (sensibilidad aumentada a los sonidos) y disgeusia (alteración del sentido del gusto)[4].


Signos clínicos


La exploración física revela signos característicos de la parálisis del nervio facial:


  • Asimetría facial en reposo y durante movimientos voluntarios.

  • Imposibilidad para levantar la ceja del lado afectado.

  • Incapacidad para cerrar completamente el ojo (lagoftalmos)

  • Desviación de la comisura labial hacia el lado sano.

  • Aplanamiento del surco nasogeniano en el lado afectado.

  • Fenómeno de Bell: movimiento del globo ocular hacia arriba y afuera al intentar cerrar el párpado[1][2][4]


Es importante distinguir entre una parálisis facial periférica y una central, ya que esta última suele afectar principalmente la parte inferior del rostro, respetando la función del músculo frontal[2].


Exploración


La evaluación clínica de un paciente con sospecha de parálisis del nervio facial debe incluir:


  • Inspección de la simetría facial en reposo y durante movimientos voluntarios.

  • Evaluación de la capacidad para cerrar los ojos y fruncir el frente.

  • Valoración del tono muscular facial.

  • Examen de la función de las glándulas salivales y lagrimales.

  • Exploración otoscópica para descartar patologías del oído medio.

  • Palpación de la región parotídea y cervical en busca de adenopatías[2][3]


Pruebas diagnósticas


Aunque el diagnóstico es principalmente clínico, se pueden realizar pruebas complementarias para evaluar la extensión del daño y descartar otras causas:


  • Test de Schirmer para medir la producción lagrimal.

  • Prueba de salivación

  • Evaluación auditiva

  • Estudios electrofisiológicos para valorar la afectación del nervio.

  • Técnicas de imagen como TAC o resonancia magnética nuclear (RMN) para descartar lesiones estructurales[1][2]


En casos específicos, se pueden solicitar pruebas adicionales como:


  • Radiografía de tórax

  • Medición de la enzima convertidora de angiotensina (ECA) en suero.

  • Pruebas para la enfermedad de Lyme.

  • Determinación de glucosa sérica[2]


Manejo de emergencias


El manejo inicial de la parálisis del nervio facial en el servicio de urgencias debe enfocarse en:


  1. Protección ocular: Es crucial prevenir la sequía y las lesiones corneales. Se debe indicar:


    • Lubricación ocular frecuente

    • Uso de parche ocular nocturno

    • Gafas protectoras durante el día[1][2]


  2. Tratamiento farmacológico:


    • Corticosteroides: Se ha demostrado que la administración temprana de corticosteroides es beneficiosa en la parálisis de Bell. Se recomienda iniciar el tratamiento dentro de las primeras 72 horas del inicio de los síntomas[2].

    • Antivirales: Aunque su eficacia es discutida, algunos protocolos incluyen agentes antivirales, especialmente si se sospecha una etiología herpética[2].


  3. Evaluación de la necesidad de estudios complementarios para descartar causas secundarias.

  4. Educación del paciente sobre el curso esperado de la enfermedad y la importancia del seguimiento.

  5. Derivación a especialistas (otorrinolaringología, neurología) para seguimiento y manejo a largo plazo si es necesario.


Es importante recordar que la mayoría de los casos de parálisis de Bell son autolimitados y tienen un buen pronóstico, con una recuperación que generalmente ocurre en un plazo de 1 a 3 semanas[4]. Sin embargo, el manejo adecuado en la fase aguda puede mejorar los resultados y prevenir complicaciones.


Citas


 
 
 

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