MANUAL DE EMERGENCIAS 2025
La neumonía es una infección aguda del parénquima pulmonar caracterizada por la inflamación de los espacios alveolares. Esta patología representa una causa importante de morbilidad y mortalidad, especialmente en poblaciones vulnerables como adultos mayores y pacientes con comorbilidades.
Síntomas
Los síntomas de la neumonía pueden variar en gravedad, pero también incluyen:
Tos, que puede ser seca o productiva con expectoración mucopurulenta o hemoptoica[1][7]
Fiebre, que puede ser de bajo o alto grado[7]
Escalofríos con temblores[7]
Disnea o dificultad respiratoria, que puede exacerbarse con el esfuerzo[7]
Dolor torácico pleurítico, que empeora con la respiración profunda o la tos[1][7]
Fatiga y disminución del apetito[7]
En algunos casos, especialmente en adultos mayores, pueden presentarse síntomas atípicos como confusión o alteraciones del estado mental[7].
Signos clínicos
La exploración física puede revelar diversos signos clínicos, incluyendo:
Taquipnea (respiración rápida)[1]
Taquicardia[8]
Uso de musculatura accesoria respiratoria[1]
Cianosis en casos severos[1]
Alteración del estado de conciencia[1]
Exploración
La exploración física es fundamental y debe incluir:
Evaluación del estado general, nivel de conciencia y signos vitales[1]
Inspección de la hidratación, perfusión periférica y estado nutricional[1]
Auscultación cardiopulmonar: se pueden detectar ruidos respiratorios anormales como estertores crepitantes o disminución del murmullo vesicular[1][7]
Percusión torácica: puede revelar áreas de matidez[7]
Palpación de frémito vocal[7]
Pruebas diagnósticas
El diagnóstico de la neumonía se basa en la combinación de hallazgos clínicos y radiológicos. Las pruebas diagnósticas más relevantes incluyen:
Radiografía de tórax: es la prueba estándar de oro para confirmar el diagnóstico, determinar la extensión y localización de la infección, y descartar complicaciones[1][3][8]
Análisis de sangre:
Hemograma completo: puede mostrar leucocitosis con neutrofilia[1][3]
Bioquímica sanguínea: para evaluar función renal, hepática y estado metabólico[1]
Gasometría arterial: para evaluar el intercambio gaseoso y la oxigenación[3][7]
Cultivos microbiológicos:
Hemocultivos: para identificar bacteriemia[3]
Cultivo de esputo: para aislar el agente etiológico[3][7]
Pruebas moleculares: como PCR para detectar patógenos virales o bacterias atípicos[7]
Pulsioximetría: para monitorizar la saturación de oxígeno[3]
En casos seleccionados, pueden ser necesarias pruebas adicionales como tomografía computarizada de tórax, broncoscopia o toracocentesis[7].
Manejo de emergencias
El manejo inicial en el servicio de urgencias debe incluir:
Evaluación rápida de la gravedad y estabilización del paciente si es necesario[1]
Oxigenoterapia si hay hipoxemia[3]
Inicio precoz de antibioticoterapia empírica, considerando los patógenos más probables y la epidemiología local[2][5]
Toma de muestras para cultivos antes de iniciar antibióticos, si es posible[3]
Evaluación de criterios de ingreso hospitalario vs. manejo ambulatorio[5]
Manejo sintomático: antipiréticos, analgésicos, hidratación[5]
En casos severos, considere soporte ventilatorio no invasivo o invasivo[2]
Monitorización estrecha de signos vitales y evolución clínica[5]
El manejo y oportuno de la neumonía en el servicio de urgencias es crucial para mejorar los pronósticos y reducir las complicaciones asociadas a esta patología.
Citas
[8] https://www.elsevier.es/es-revista-revista-medica-clinica-las-condes-202-articulo-evaluacion-manejo-neumonia-del-adulto-S0716864014700707
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