MANUAL DE EMERGENCIAS 2025
La isquemia aguda de extremidades es una condición médica grave que requiere atención inmediata. Se caracteriza por la interrupción súbita del flujo sanguíneo a una extremidad, lo que puede poner en peligro la viabilidad del miembro afectado[1][2]. Este artículo académico abordará los aspectos clave de esta patología, incluyendo sus síntomas, signos clínicos, exploración, pruebas diagnósticas y manejo en emergencias.
Síntomas
Los síntomas de la isquemia aguda de extremidades suelen presentarse de forma repentina y pueden incluir:
Dolor intenso y de inicio súbito en la extremidad afectada[1][2]
Parestesias o entumecimiento[4]
Sensación de frialdad en la extremidad[2]
Palidez cutánea[1]
Impotencia funcional[1]
Es importante destacar que la intensidad de estos síntomas puede variar dependiendo del grado de obstrucción, la velocidad de instalación, la localización y la existencia de circulación colateral[1].
Signos clínicos
Los signos clínicos más característicos de la isquemia aguda de extremidades son:
Ausencia de pulsos distales[1]
Palidez y frialdad cutánea[2][4]
Cianosis periférica en casos avanzados[1]
Parálisis en casos severos[4]
Estos signos se resumen en la regla nemotécnica de las “5 P”: parestesias, palidez, padecimiento (dolor), falta de pulsos y parálisis[4].
Exploración
La exploración física es fundamental para el diagnóstico de la isquemia aguda de extremidades. Debe incluir:
Palpación de pulsos: Se deben palpar todos los pulsos de forma simétrica, comparando la extremidad afectada con la sana[1].
Auscultación cardíaca: En busca de soplos o arritmias que puedan sugerir una causa embólica[1].
Evaluación de la temperatura y color de la piel[2].
Valoración de la función motora y sensorial de la extremidad[4].
Palpación abdominal: Para detectar posibles aneurismas de aorta o iliacas[1].
Pruebas diagnósticas
Aunque el diagnóstico de la isquemia aguda es principalmente clínico, algunas pruebas complementarias pueden ser útiles:
Ecodoppler color: Para localizar la obstrucción arterial y evaluar sus características[3].
Angio-resonancia o angio-TAC: Proporcionan un mapa detallado de las arterias afectadas[3].
Arteriografía: Considerada el estándar de oro, permite visualizar con precisión la localización y extensión de la obstrucción[2].
Electrocardiograma: Para descartar patologías cardíacas asociadas[2].
Manejo de emergencias
El manejo de la isquemia aguda de extremidades en emergencias es crucial y debe seguir estos pasos:
Evaluación rápida del paciente y establecimiento del diagnóstico clínico[4].
Anticoagulación sistémica inmediata: Se administra un bolo de Heparina Na (1.000 UI/Kg de peso) seguido de una perfusión continua (24.000 UI en 24 horas)[4].
Realización de pruebas preoperatorias: Hemograma, coagulación, bioquímica, EKG y Rx Tórax[4].
Clasificación de la severidad de la isquemia:
Clase 1: Sin amenaza inmediata
Clase 2A: Revascularización diferente
Clase 2B: Revascularización urgente
Clase 3: Isquemia irreversible, candidata a amputación[4]
En casos de isquemia severa (Clase 2B), se debe realizar un estudio de imagen precoz, preferentemente angiografía[4].
Decisión del tratamiento definitivo: Puede incluir anticoagulación, cirugía abierta (embolectomía o bypass), o técnicas endovasculares (trombolisis, angioplastia)[4].
Es fundamental recordar que la isquemia aguda de extremidades es una urgencia médico-quirúrgica que requiere un diagnóstico y tratamiento rápidos para prevenir la pérdida de la extremidad y reducir el riesgo de mortalidad asociada[1][2][4].
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