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Infección urinaria

Foto del escritor: EmergenciasUNOEmergenciasUNO

Actualizado: 12 dic 2024

MANUAL DE EMERGENCIAS 2025



La infección urinaria (IU) es una patología frecuente que afecta tanto a niños como a adultos, siendo más común en mujeres debido a factores anatómicos[1][3]. Se define como la presencia y proliferación de microorganismos, generalmente bacterias, en el tracto urinario que en condiciones normales debería ser estéril[4]. Esta condición puede afectar diferentes partes del sistema urinario, incluyendo la uretra, la vejiga, los uréteres y los riñones[1].


Síntomas


Los síntomas de la infección urinaria pueden variar dependiendo de la localización y la gravedad de la infección. Los más comunes incluyen:


  • Dolor o ardor al orinar (disuria)

  • Aumento en la frecuencia urinaria (polaquiuria)

  • Urgencia miccional

  • Dolor o presión en la parte inferior del abdomen.

  • Orina turbia o con sangre

  • Olor fuerte en la orina

  • Fiebre (especialmente en infecciones del tracto urinario superior)

  • Náuseas y vómitos (en casos más severos)[1][3][6]


En algunos casos, particularmente en ancianos o pacientes con vejiga neurogénica, los síntomas pueden ser inespecíficos e incluir delirio o sepsis[6].


Signos clínicos


Los signos clínicos de la infección urinaria pueden incluir:


  • Fibra (temperatura > 38,3°C)

  • Taquicardia

  • Dolor a la palpación en el área suprapúbica.

  • Dolor en el ángulo costovertebral (signo de Giordano positivo) en casos de pielonefritis

  • Evidencia de deshidratación

  • Alteración del estado mental en pacientes ancianos[4][6]


Exploración


La exploración física debe incluir:


  • Evaluación del estado general del paciente.

  • Medición de signos vitales (temperatura, frecuencia cardíaca, presión arterial)

  • Palpación abdominal, con especial atención al área suprapúbica y los flancos.

  • Percusión del ángulo costovertebral para detectar dolor renal.

  • En hombres, examen de la próstata si se sospecha prostatitis[4][6]


Pruebas diagnósticas


El diagnóstico de la infección urinaria se basa en la combinación de síntomas clínicos y pruebas de laboratorio:


  1. Análisis de orina: Debe incluir examen microscópico y tira reactiva para detectar leucocitos, nitritos y sangre[1][2].

  2. Urocultivo: Es el estándar de oro para el diagnóstico. Se considera positivo si hay >100.000 unidades formadoras de colonias (UFC) por mililitro en una muestra adecuadamente recolectada[2].

  3. Hemograma completo: Puede mostrar leucocitosis en casos de infección severa[4].

  4. Pruebas de función renal: Creatinina y urea para evaluar la función renal[4].

  5. Hemocultivos: Indicados en pacientes con signos de sepsis o en casos de pielonefritis[4][6].

  6. Estudios de imagen: La ecografía renal o la tomografía computarizada pueden ser necesarios en casos de sospecha de complicaciones o en infecciones recurrentes[1][4].


Manejo de emergencias


El manejo de la infección urinaria en el servicio de emergencias debe seguir estos pasos:


  1. Evaluación inicial: Determinar la gravedad de la infección y la necesidad de hospitalización[7].

  2. Recolección de muestras: Obtener muestras de orina para análisis y cultivo antes de iniciar el tratamiento antibiótico[2][7].

  3. Inicio de antibioticoterapia empírica: Basada en los patrones locales de resistencia bacteriana. En adultos, las opciones comunes incluyen cefalosporinas de tercera generación o fluoroquinolonas[4][7].

  4. Manejo de síntomas: Administrar analgésicos y antipiréticos según sea necesario[3].

  5. Hidratación: Asegurar una ingesta adecuada de líquidos, por vía oral o intravenosa según el caso[3][7].

  6. Decisión de ingreso: Los pacientes con pielonefritis, sepsis, o aquellos que no pueden tolerar la vía oral generalmente requieren hospitalización[4][7].

  7. Seguimiento: Planificar el seguimiento ambulatorio y ajustar el tratamiento según los resultados del urocultivo[7].


El manejo adecuado y oportuno de las infecciones urinarias en el servicio de emergencias es crucial para prevenir complicaciones y asegurar una recuperación rápida del paciente. La combinación de una evaluación de cuidados clínicos, pruebas diagnósticas apropiadas y un tratamiento antibiótico dirigido son los pilares fundamentales para el éxito terapéutico.


Citas





 
 
 

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