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Fiebre amarilla

MANUAL DE EMERGENCIAS 2025



La fiebre amarilla es una enfermedad viral aguda transmitida por mosquitos, endémica en regiones tropicales de África y América del Sur[1][2]. Causada por un flavivirus, esta enfermedad representa una amenaza significativa para la salud pública global, con un estimado de 84.000 a 170.000 casos graves y 29.000 a 60.000 muertes en África en 2013[2].


Síntomas


La fiebre amarilla se caracteriza por un período de incubación de 3 a 6 días, seguido por una presentación clínica que puede variar desde asintomática hasta grave[1][2][4]. Los síntomas iniciales incluyen:


  • Fibra de inicio subito (39-40°C)

  • Cefalea intensa

  • Dolor muscular generalizado (mialgias)

  • Náuseas y vómitos

  • Pérdida de apetito

  • Mareos y fatiga extrema


En la mayoría de los casos, estos síntomas remiten en 3 a 4 días. Sin embargo, aproximadamente el 15% de los pacientes progresan a una fase más grave de la enfermedad[2][4].


Signos clínicos


En la fase aguda, los signos clínicos más destacados incluyen:


  • Fiebre elevada con bradicardia relativa (signo de Faget)[3]

  • Eritema facial e inyección conjuntival.

  • Postración grave

  • Agitación e irritabilidad


En casos severos (fiebre amarilla maligna), se pueden observar:


  • Ictericia (coloración amarillenta de piel y ojos)

  • Manifestaciones hemorrágicas (sangrado por boca, nariz o tracto gastrointestinal)

  • Delirios y convulsiones

  • Insuficiencia multiorgánica


Exploración


La exploración física debe centrarse en:


  1. Evaluación de signos vitales, con especial atención a la frecuencia cardíaca en relación con la temperatura (signo de Faget).


  2. Examen de piel y mucosas para detectar ictericia y signos de sangrado.


  3. Evaluación neurológica para identificar alteraciones del estado mental o signos de encefalopatía.


  4. Palpación abdominal para evaluar hepatomegalia o dolor en hipocondrio derecho.


Pruebas diagnósticas


El diagnóstico de la fiebre amarilla se basa en una combinación de hallazgos clínicos, epidemiológicos y de laboratorio[1][3][5]. Las pruebas diagnósticas incluyen:


  1. Detección de ARN viral:


    • RT-PCR en tiempo real o convencional en muestras de suero (hasta 7-10 días después del inicio de los síntomas)[5]


  2. Serología:


    • ELISA de captura de IgM (MAC-ELISA) para detectar anticuerpos IgM específicos (a partir del día 5-7 después del inicio de los síntomas)[5]


  3. Aislamiento viral:


    • Cultivo en células Vero o C6/36 (menos común en la práctica clínica)[5]


  4. Pruebas de función hepática:


    • Elevación de transaminasas y bilirrubina


  5. Hemograma completo:


    • Leucopenia con neutropenia relativa y trombocitopenia[3]


  6. Pruebas de coagulación:


    • Tiempo de protrombina prolongado[3]


En casos fatales, la inmunohistoquímica en tejido hepático se considera el “estándar de oro” para el diagnóstico[5].


Manejo de emergencias


El manejo de la fiebre amarilla en el servicio de emergencias se centra en el tratamiento de soporte, ya que no existe un tratamiento antiviral específico[1][3][4]. Las medidas clave incluyen:


  1. Estabilización hemodinámica:


    • Reposición de líquidos y electrolitos


    • Manejo del shock, si está presente


  2. Manejo de la fiebre y el dolor:


    • Antipiréticos (evitar ácido acetilsalicílico debido al riesgo de sangrado)


  3. Prevención y tratamiento de las complicaciones hemorrágicas:


    • Administración de vitamina K


    • Transfusión de hemoderivados según sea necesario


  4. Protección gástrica:


    • Uso de bloqueadores H2 o inhibidores de la bomba de protones


  5. Soporte de la función renal:


    • Monitoreo de la diuresis y equilibrio hídrico


    • Considerar hemodiálisis en casos de insuficiencia renal aguda


  6. Manejo de la insuficiencia hepática:


    • Monitoreo de la función hepática y corrección de la hipoglucemia


  7. Prevención de infecciones secundarias:


    • Antibióticos de amplio espectro en caso de sospecha de infección bacteriana


  8. Aislamiento del paciente:


    • Implementar medidas de control vectorial para prevenir la transmisión


Es crucial recordar que la prevención mediante la vacunación sigue siendo la estrategia más efectiva contra la fiebre amarilla[2][6]. Una sola dosis de la vacuna proporciona inmunidad de por vida en el 99% de los individuos vacunados[6].


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