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Endocarditis infecciosa

Actualizado: 12 dic 2024

MANUAL DE EMERGENCIAS 2025



La endocarditis infecciosa es una inflamación del revestimiento interno de las cámaras y válvulas cardíacas (endocardio) causada principalmente por una infección bacteriana o, en raras ocasiones, fúngica[1][2]. Esta patología se caracteriza por la acumulación de microorganismos y coágulos en las válvulas cardíacas, formando vegetaciones que pueden desprenderse y afectar órganos vitales[2].


Síntomas


Los síntomas de la endocarditis infecciosa pueden presentarse de manera aguda o subaguda. En la forma aguda, los pacientes suelen experimentar:


  • Fiebre alta (40°C)

  • Frecuencia cardiaca acelerada

  • Fatiga intensa

  • Rápido deterioro de las válvulas cardíacas[2]


En la forma subaguda, los síntomas son más insidiosos y pueden incluir:


  • Fiebre leve (37,5-38,5 °C)

  • Pérdida de peso

  • Sudoración excesiva

  • Anemia

  • Fatiga

  • Dificultad para respirar con el esfuerzo[1][2]


Signos clínicos


Los signos clínicos más comunes de la endocarditis infecciosa incluyen:


  • Soplo cardiaco nuevo o cambios en un soplo preexistente

  • Petequias en conjuntiva, piel o mucosas

  • Hemorragias en atilla (pequeñas líneas oscuras bajo las uñas)

  • Lesiones de Janeway (manchas rojas e indoloras en palmas y plantas)

  • Nódulos de Osler (nódulos dolorosos en yemas de los dedos)

  • Manchas de Roth (hemorragias retinianas con centro pálido)[1][3][7]


Exploración


Durante la exploración física, el médico debe prestar especial atención a:


  • Auscultación cardíaca para detectar soplos.

  • Examen de piel y mucosas en busca de petequias o lesiones características

  • Revisión de extremidades para identificar signos de embolización periférica

  • Evaluación neurológica para descartar complicaciones embólicas cerebrales

  • Examen oftalmológico para detectar manchas de Roth[3][7]


Pruebas diagnósticas


El diagnóstico de la endocarditis infecciosa se basa en una combinación de hallazgos clínicos, microbiológicos y ecocardiográficos. Las principales pruebas diagnósticas incluyen:


  1. Hemocultivos: fundamentales para identificar el microorganismo causante y guiar la terapia antibiótica[3][6]

  2. Ecocardiografía:


    • Transtorácica (ETT)

    • Transesofágica (ETE)


      Estas técnicas son esenciales para detectar vegetaciones, abscesos o dehiscencias valvulares[3][6]


  3. Pruebas de laboratorio:


    • Hemograma completo

    • Proteína C reactiva (PCR)

    • Velocidad de sedimentación globular (VSG)[7]


  4. Criterios de Duke: sistema de clasificación que combina hallazgos clínicos, microbiológicos y ecocardiográficos para establecer el diagnóstico[6]


Manejo de emergencias


El manejo inicial de la endocarditis infecciosa en el servicio de emergencias debe incluir:


  1. Estabilización hemodinámica del paciente si es necesario

  2. Obtención de hemocultivos (al menos 3 series) antes de iniciar antibióticos[3]

  3. Inicio de terapia antibiótica empírica de amplio espectro, considerando los patógenos más probables según la presentación clínica y los factores de riesgo del paciente[3][5]

  4. Realización de ecocardiografía urgente, preferiblemente transesofágica si está disponible y no hay contraindicaciones[3]

  5. Evaluación de posibles complicaciones embólicas mediante exámenes neurológicos y de imagen si se sospecha afectación del sistema nervioso central[3]

  6. Consulta temprana con cardiología y cirugía cardíaca para evaluar la necesidad de intervención quirúrgica urgente en casos de insuficiencia cardíaca aguda, embolización recurrente o infección no controlada[3][5]


El tratamiento definitivo generalmente consiste en la administración de antibióticos intravenosos durante 2 a 8 semanas, dependiendo del microorganismo causal y la respuesta clínica[3]. En algunos casos, puede ser necesaria la cirugía para reparar o reemplazar las válvulas cardíacas dañadas[7].


La endocarditis infecciosa sigue siendo una enfermedad grave con alta morbimortalidad, por lo que un diagnóstico precoz y un manejo adecuado son cruciales para mejorar el pronóstico de los pacientes afectados[8].


Citas


 
 
 

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