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Atrofia óptica

Actualizado: 13 dic 2024

MANUAL DE EMERGENCIAS 2025



La atrofia óptica es una condición caracterizada por la degeneración o pérdida de fibras en el nervio óptico, responsable de transmitir información visual desde la retina al cerebro[3]. Esta patología no es una enfermedad en sí misma, sino más bien una secuela morfológica y funcional de diversos procesos que afectan la vía óptica anterior[10]. La atrofia óptica puede tener múltiples etiologías, incluyendo enfermedades oculares, procesos intracraneales o sistémicos, lo que representa un desafío diagnóstico para los oftalmólogos[6].


Síntomas


Los síntomas de la atrofia óptica están relacionados principalmente con cambios en la visión:


  1. Disminución o pérdida total o parcial del campo visual[7].

  2. Visión borrosa[1].

  3. Pérdida de la visión del color (cromática)[2].

  4. Percepción de ráfagas de luz o luces centelleantes con los movimientos oculares[2].


Es importante destacar que estos síntomas pueden aparecer de forma rápida o progresiva y pueden afectar a uno o ambos ojos[7].


Signos clínicos


Los principales signos clínicos de la atrofia óptica incluyen:


  1. Palidez del disco óptico, visible en el examen de fondo de ojo[1][10].

  2. Cambios en la estructura del disco óptico[10].

  3. Alteraciones en los vasos retinales y en la capa de fibras nerviosas[10].

  4. En casos de atrofia óptica secundaria, puede observarse tejido conectivo que oscurece la lámina cribosa y rellena la excavación fisiológica[5].


Exploración


La exploración de un paciente con sospecha de atrofia óptica debe incluir:


  1. Examen del fondo de ojo mediante oftalmoscopia[1][11].

  2. Evaluación de la agudeza visual y la graduación[1].

  3. Examen del campo visual[1].

  4. Análisis de la visión cromática[1].

  5. Tonometría para medir la presión intraocular[1].

  6. Evaluación del reflejo pupilar a la luz[1].


Pruebas diagnósticas


Para un diagnóstico preciso de la atrofia óptica, se pueden realizar las siguientes pruebas:


  1. Oftalmoscopia: Para examinar el nervio óptico en busca de signos de atrofia[11].

  2. Prueba de agudeza visual: Para medir la claridad o nitidez de la visión[11].

  3. Prueba de campo visual: Para verificar si hay pérdida de visión periférica[11].

  4. Resonancia magnética (RM) o tomografía computarizada (TC): Para identificar causas subyacentes como tumores cerebrales u otras anomalías[11].

  5. Análisis de la visión cromática: Para medir el grado de pérdida de la visión del color[1].

  6. Estudios de fluorescencia: Para evaluar la relación entre la palidez del disco y la disminución de la fluorescencia[5].


Manejo de emergencias


Aunque la atrofia óptica no suele presentarse como una emergencia aguda, es crucial un manejo adecuado cuando se sospecha:


  1. Evaluación rápida de la agudeza visual y el campo visual[7].

  2. Examen de fondo de ojo para identificar la palidez del disco óptico[10].

  3. En caso de sospecha de causas tratables (como hipertensión intracraneal o procesos inflamatorios), se debe iniciar el tratamiento apropiado de inmediato[1][2].

  4. Si se sospecha de una causa compresiva (como un tumor), se debe realizar una neuroimagen urgente[8].

  5. En casos de neuritis óptica aguda, puede ser necesaria la administración de corticosteroides[11].


Es importante destacar que el manejo a largo plazo de la atrofia óptica se centra en tratar la causa subyacente, prevenir daños adicionales y proporcionar apoyo para maximizar la función visual restante[11].


La atrofia óptica representa un desafío diagnóstico y terapéutico significativo. Su manejo requiere un enfoque multidisciplinario, con una evaluación exhaustiva y un

seguimiento continuo para optimizar la calidad de vida del paciente.


Citas


 
 
 

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