1. Manejo de Dolor lumbar bajo (sin radiculopatía)
Autogestión y cuidados generales:
Actividad física: Es esencial alentar a las personas a mantenerse activas y continuar con sus actividades diarias normales tanto como sea posible. El reposo prolongado en cama debe evitarse ya que puede empeorar el dolor y prolongar la recuperación. Los estudios muestran que las personas que se mantienen activas tienen una recuperación más rápida.
Terapias de calor: Aplicar calor local, como una bolsa de agua caliente o una manta térmica, puede ser útil para aliviar el dolor y reducir la rigidez muscular.
Consejería: Informar al paciente sobre el curso benigno del dolor lumbar inespecífico y tranquilizarlo sobre la baja probabilidad de que su dolor esté asociado a una condición grave.
Medicamentos:
AINEs (antiinflamatorios no esteroides): Se recomienda el uso de AINEs como tratamiento de primera línea para el alivio del dolor, siempre que no haya contraindicaciones. El ibuprofeno o el naproxeno son opciones comunes. Si existe riesgo de efectos gastrointestinales, se debe considerar la prescripción concomitante de un protector gástrico como un inhibidor de la bomba de protones.
Analgésicos adicionales: En casos donde los AINEs estén contraindicados o no sean bien tolerados, se puede considerar el uso a corto plazo de codeína, con o sin paracetamol. Sin embargo, se debe tener cuidado con el riesgo de dependencia de los opioides y los efectos adversos.
No recomendar: El uso de paracetamol en monoterapia, benzodiazepinas para espasmos musculares o gabapentinoides (como pregabalina) no es recomendado debido a su limitada efectividad y riesgo de efectos secundarios no deseados en el manejo del dolor lumbar inespecífico.
Ejercicio y fisioterapia:
Programas de ejercicio: Se debe ofrecer la participación en programas de ejercicios específicos para la espalda (que incluyan ejercicios aeróbicos, biomecánicos y de fortalecimiento muscular) para las personas con factores de riesgo de una recuperación prolongada.
Fisioterapia y terapia manual: En algunos casos, la terapia manual (como la movilización espinal, manipulación o masaje) puede ser útil cuando se combina con un programa de ejercicios. La fisioterapia debe centrarse en mejorar la movilidad, la fuerza y la postura, para prevenir futuros episodios de dolor.
Apoyo psicológico:
Terapia cognitivo-conductual (TCC): Se puede recomendar la TCC para personas con barreras psicológicas o emocionales importantes que interfieran con su recuperación. Este enfoque ayuda a modificar creencias y comportamientos negativos sobre el dolor que pueden perpetuar la incapacidad y la evitación de la actividad.
Consejos sobre el trabajo y la ocupación:
Evaluación de salud ocupacional: Si el dolor lumbar interfiere significativamente con las actividades laborales, se puede recomendar una evaluación para ajustar las condiciones de trabajo o reducir las tareas físicamente exigentes, con el fin de facilitar el retorno al trabajo de manera segura.
Revisión y seguimiento:
Reevaluación periódica: Si los síntomas persisten o empeoran después de 3-4 semanas, es necesario reevaluar al paciente y considerar otras causas subyacentes de dolor.
Tratamiento adicional: Para personas con dolor crónico que no responden a los tratamientos no invasivos, se puede considerar la derivación a una clínica especializada en dolor de espalda para intervenciones como la denervación por radiofrecuencia.
2. Diagnóstico
Evaluación inicial:
Historia clínica: Es fundamental indagar sobre la duración del dolor, su localización, características, intensidad y factores que lo agravan o alivian. También es importante preguntar sobre episodios previos, así como sobre cualquier síntoma adicional como rigidez, dolor irradiado, pérdida de fuerza, entumecimiento o pérdida de peso.
Impacto funcional: Se debe evaluar cómo el dolor afecta las actividades diarias, el trabajo, el estado de ánimo y el sueño del paciente. No siempre existe una correlación directa entre la intensidad del dolor y el grado de discapacidad funcional.
Examen físico:
Inspección y palpación: Se debe evaluar la marcha, postura y movilidad de la columna, buscando áreas de dolor localizado o sensibilidad.
Examen neurológico: Es esencial para detectar signos de compresión radicular, como la debilidad muscular o alteraciones en los reflejos de las extremidades inferiores. También se pueden realizar pruebas como la de elevación de la pierna recta para descartar radiculopatía.
Identificación de factores de riesgo:
Para guiar el manejo, se pueden utilizar herramientas como el STarT Back Tool que permite identificar a los pacientes con mayor riesgo de desarrollar dolor crónico o complicaciones psicológicas.
Imágenes diagnósticas:
No solicitar de rutina radiografías o imágenes en personas con dolor lumbar inespecífico a menos que se sospeche una patología específica, como una fractura por compresión o dolor debido a malignidad.
3. Diagnóstico Diferencial
Condiciones que pueden parecerse al dolor lumbar:
Neurológicas:
Ciática (radiculopatía lumbar).
Mielopatía o lesión medular más alta.
Mecánicas:
Estenosis espinal.
Síndrome de dolor trocantérico.
Inflamatorias:
Espondiloartritis anquilosante.
Viscerales:
Aneurisma de la aorta abdominal.
Patologías abdominales como pancreatitis, colecistitis o cálculos renales.
4. Definición
El dolor lumbar bajo se refiere al dolor que se localiza en la región lumbosacra, desde las costillas inferiores hasta la cresta ilíaca, y puede irradiar hacia las nalgas. Cuando no se encuentra una causa específica, se le denomina dolor lumbar inespecífico o mecánico.
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